Otro clásico de la medicina folklórica que mantiene activos a los curanderos. Leé esta nota y sacate las dudas.
La culebrilla o culebrina, tal su denominación popular por las erupciones cutáneas (ampollas y vesículas) que van dibujando una forma de reptil cuando se presenta en el tórax, es una afección viral muy dolorosa provocada por el mismo virus de la varicela (varicella-zoster virus, VZV). Es un virus herpético, de ahí su nombre de herpes zóster, que se ha mantenido latente en el tejido nervioso después de la recuperación de la varicela y su reactivación es la causa de la culebrilla.
Si bien es considerada una enfermedad benigna (especialmente en niños) y contagiosa por contacto, en las personas de edad avanzada la situación puede ser más compleja e incluso con una dolorosa neuralgia postherpética. Aún así, es de fácil diagnóstico clínico por la típica sintomatología que presenta y las medicaciones antivirales que se suelen utilizar son más que suficientes para controlar la enfermedad y molestias que -finalmente- desaparecerán al cabo de unas semanas. También existe una vacuna preventiva para mayores de 60 años aprobada por la Food and Drug Administration (FDA) en 2006.
Mitos y riesgos
Como ya he comentado sobre el “empacho”, el caso de la culebrilla también es un clásico de la medicina folklórica y la consulta al curandero sigue vigente más allá del avance de la Medicina en estas cuestiones.
En el mismo libro de Juan Ambrosetti que he citado en su momento, aparecen dos citas sobre el tema que ahora nos compete. Una pertenece al autor que es incluida en la sección “Supersticiones populares acerca del sapo y sus numerosas aplicaciones terapéuticas”, y otra a Tito Saubidet extraída de su obra “Vocabulario y refranero criollo” que acompaña el Apéndice de notas extraídas de varios autores especializados en la materia folklórica. Así la define este último:
“Enfermedad muy común; erupción aguda de pequeñas vesículas alineadas sobre la piel del tórax, de la cara o del brazo, siguiendo el trayecto de un nervio sensitivo; la más frecuente circunda las redes del tronco. Se cura al cabo de pocos días. Como al desarrollarse este mal toma más o menos el aspecto de culebra, de donde viene su nombre, el paisano teme que dicho animal llegue a juntar la cabeza con la cola, en cuyo caso es irremediablemente fatal.
Por esto, desde un principio se la atiende seriamente. Para su cura, se toma un sapo vivo y sobre la parte enferma se frota la barriga del animal en el sentido contrario al progreso de la erupción. Se afirma que al contacto con la culebrilla el sapo se desespera, enrojece y se hincha, muriendo al poco tiempo a causa del veneno absorbido.
También la curan los paisanos, escribiendo con tinta, sobre las pústulas de la cola “Jesús, María y José”, y repitiendo dichos nombres en forma invertida, sobre el extremo opuesto, o cabeza. Dice el paisano que la culebrilla aparece en el cuerpo del enfermo que la padece, adoptando el trayecto que, según su creencia, siguió la víbora al pasar sobre la camisa o camiseta del paciente, al haber estado ésta en el suelo, para secarse o por abandono” [Ambrosetti, J. B., Supersticiones y Leyendas – Región Misionera, Valles Calchaquíes, Las Pampas. La Cultura Argentina, Bs. As., 1917].
Los síntomas descriptos en esta definición son correctos, pero los métodos para la cura y la afirmación que sostiene que al unirse las marcas de los extremos es fatal para el paciente, no tienen asidero y pertenecen estrictamente al plano de la creencia. La utilización de un sapo, rezos o repetición de palabras, puede ser que -en algunos casos y por mero efecto placebo- alivien el dolor pero no más que eso.
Lo que no debe desatenderse es cuando el curandero toma contacto, sea en forma directa o indirecta, con la zona cutánea afectada. Ahí la situación cambia e incluso puede empeorar la patología provocando una infección. Nadie imagina a un curandero esterilizando la barriga de un sapo para luego frotarlo sobre el paciente. Y ni hablar de la tinta que suelen aplicarla sobre las ampollas o vesículas.
La aplicación de tinta (frecuentemente ‘tinta china’) que suelen utilizar algunos curanderos puede resultar inocua o quizás muy perjudicial, esto dependerá de los compuestos químicos que tenga la misma. En la fabricación de tintas existen infinidad de fórmulas y componentes. Por otra parte, el escozor que provocan las erupciones a veces llevan a que el paciente frote o rasque esa zona originando una herida, por tal motivo también es riesgoso exponer a esas ulceraciones -por más leves que sean- a un compuesto que no reúne las condiciones de medicamento.
A no dudar que lo prudente es recurrir al médico cuyo tratamiento efectivo acelerará el proceso de curación, controlará el dolor y reducirá el riesgo de complicaciones.