“Horacio, el dueño del local”. Paula llevaba un rato en el restaurante Dallas de Martínez cuando Horacio Conzi se le acercó y se presentó. Después la invitó a tomar un champagne y le ofreció ser su secretaria, para escribir un libro sobre Jesucristo. Un par de horas más tarde, Paula iba en un remis con su amiga Gisela y dos jóvenes que acababan de conocer. Hubo una frenada, un choque y varios tiros. Fue una balacera contra el auto, que terminó con Marcos Schenone muerto.
El “Caso Schenone” se convirtió, en aquel verano del 2003, en una novela policial en la que todos los medios revelaban cada detalle de la historia. Horacio Conzi estuvo prófugo 57 días hasta que fue detenido en Mar del Plata por una comisión especial integrada por agentes de la Side y sabuesos de la Federal. Fue juzgado y condenado y actualmente cumple la pena a 24 años y 9 meses de prisión en el complejo carcelario de Campana.
Todo comenzó en la madrugada del 16 de enero del 2003. Marcos estaba con su amigo Gustavo en el local de la avenida del Libertador. Allí conoció a Paula, con quien tomó unos tragos, bailó y le arrancó unos besos. Una buena noche para un muchacho de 23 años.
Marcos y Paula no sabían lo que les esperaba. La chica, poco antes, había charlado con Horacio, por entonces dueño junto con su hermano Hugo del local Dallas. Ese boliche, actualmente llamado Las Olas, tenía amplios y modernos salones, cocheras y gimnasio, entre otras comodidades.
Horacio mantuvo un diálogo incoherente con Paula. Es más, era casi un monólogo en el que explicaba una disparatada teoría sobre Jesús. Quizás la joven intuyó algo cuando, al salir del baño junto a su amiga Gisela, la esperaba Horacio para seguir la conversación. La amiga le preguntó si era casado y Conzi respondió “tengo novia”, y sorpresivamente abrazó a Paula. Las jóvenes se miraron.
Pero la noche continuó y Paula conoció a Marcos. Hablaron y se besaron. Fue en ese momento en el que Horacio, fuera de sí, comenzó a gritar “¡sacalos!”. El gerente de Dallas lo frenó para que no se abalanzara sobre la pareja. Y la jefa de personal se dirigió a los jóvenes y los invitó a retirarse. Los echó para evitar problemas mayores.
Paula, Marcos, Gisela y Gustavo llamaron a un remis y lo esperaron en la puerta. Minutos después, los cuatro se subieron al auto y emprendieron el viaje hacia el Norte, por la avenida del Libertador. Horacio Conzi, después quedaría demostrado en el juicio, pidió que sacaran de la cochera a su camioneta Jeep Cherokee. Primero salió con dirección a capital, pero giró en “U” y comenzó la persecución.
La cámara de seguridad del boliche Kansas, también sobre Libertador, registró el momento en el que cruzaba la camioneta de Conzi a toda velocidad. En Beccar le dio alcance al remis, lo encerró y disparó 14 balazos con una pistola semiautomática. Lo último que hizo Marcos fue decirle a Paula que se agachara y él cubrió con su cuerpo el de la chica que acababa de conocer. Cuatro de los cinco ocupantes del auto recibieron impactos o roces de bala. Pero la peor parte se la llevó Marcos, que murió prácticamente en el acto.
El día siguiente, un empleado de Dallas llevó a Horacio a Mar del Plata, donde estuvo prófugo 57 días. A partir de ese momento, Hugo, el hermano, se hizo cargo de la “defensa mediática” del caso, lo que le agregó a la historia varios capítulos increíbles.
La Policía allanó ese mismo día la casa de los Conzi y el boliche Dallas, secuestrando varias pistolas y distintas armas de fuego, las que fueron peritadas. Una de ellas sería la utilizada para asesinar a Marcos Schenone, según determinaron los especialistas de la Policía Científica.
El 29 de enero un artefacto explosivo de fabricación casera estalló en la casa de los Conzi. Hugo, el mayor de los hermanos, fue sacado en ambulancia de la vivienda ante las cámaras de casi todos los canales de televisión. ¿Quién había sido el autor del atentado y cuál fue el motivo? La pregunta la responderían, una vez más, los peritos: “no hubo un ataque externo”. Por descarte, la hipótesis fue una sola: un autoatentado para desviar la atención.
Los investigadores que buscaban a Horacio Conzi no sabían por dónde comenzar hasta que, luego de varias vigilancias, vieron a Hugo comprar un teléfono celular en un hipermercado de Vicente López. Fueron al lugar y pidieron los registros de la mencionada compra. Tenían, al menos, un número de teléfono para seguir. Varios días después, ese teléfono se activó en la Costa bonaerense. Y el juez ordenó intervenir ese número.
“¿Inmobiliaria?”, escuchó el agente de la Side que intervenía el teléfono que había comprado Hugo. Inmediatamente, el hombre se presentó: “Soy Hora… Ignacio”, dijo, corrigiendo el nombre. Fue un fallido que les dio a los policías federales la prueba que necesitaban. Sólo tuvieron que esperarlo. “Estuvimos varios días barriendo las calles de Mar del Plata y vendiendo diarios hasta que lo encontramos”, contaría tiempo después uno de esos agentes. Lo capturaron en momentos en que bajaba de un departamento llevando un bolso con ropas a un lavadero. Se había cortado y teñido el cabello para no ser reconocido fácilmente.
Horacio Conzi fue trasladado de inmediato a una delegación policial y de allí a la cárcel de Campana, en donde actualmente sigue preso. El empresario nunca confesó el crimen.
Casación redujo tres meses la pena
A seis años del crimen de Marcos Schenone, la Sala III de la Cámara de Casación Penal bonaerense le cerró toda posibilidad de salir en libertad al empresario Horacio Conzi.
Los jueces Víctor Violini, Carlos Natiello y Ricardo Borinsky confirmaron la pena que había sido impuesta por el Tribunal Oral IV de San Isidro, aunque la redujeron de 25 años a 24 y 9 meses. Además, decidieron elevar la indemnización para la familia de 655.000 pesos a un millón de pesos, más intereses.
Horacio Conzi había sido condenado por los delitos de “homicidio en concurso ideal con homicidio en grado de tentativa en cuatro casos”. La fiscalía había llegado a la Casación pidiendo que se agravara la calificación y reclamaba que se lo condenara a 36 años de cárcel.